Reportaje

El triple mortal de los deportistas ucranianos: cuando la guerra rompe los sueños y obliga a cambiar la raqueta por el kalashnikov

La ucraniana Tanya Dovgal, durante un combate de boxeo
La ucraniana Tanya Dovgal, durante un combate de boxeo
Olha Kosova
La ucraniana Tanya Dovgal, durante un combate de boxeo

La guerra no crea las condiciones perfectas para que se cumplan los sueños, sobre todo, los sueños olímpicos. Entrenarse en los refugios antibombas, correr mientras estás escuchando las explosiones y competir cuando tu familia se encuentra fuera de cobertura en una ciudad sin luz, no perder la motivación cuando parece que tus logros no tienen tanta importancia para tu país… Pero los deportistas ucranianos no se rinden y, a pesar de las condiciones extremadamente difíciles, siguen luchando por sus sueños, que también pasan por ver izada la bandera de Ucrania y escuchar su himno desde el podio. Sus historias se convierten en ejemplos de superación y de valentía que pueden competir con los dramas deportivos de Hollywood.

Tanya Dovgal

La meta de Tanya Dovgal, 18 años, es competir en los Juegos Olímpicos y, algún día, ganar suficiente no sólo para ayudar a su familia, sino también para contribuir a reconstruir su país cuando acabe la guerra, "y apoyar a la gente que se ha convertido en sus víctimas". Eso es lo que le motiva. El deporte en una guerra tiene menos financiación... y mucha menos atención. Tanya lo comprende y está convencida de que cada uno ahora tiene que luchar en su propio frente. El suyo es el boxeo profesional. Hace dos años, bailaba y hacía kárate. Se apuntó a boxeo para protegerse y proteger a su familia. Y, con el tiempo, entendió que había encontrado su vocación. En el campeonato de Europa en Sofía este verano se hizo con el oro. Y en el último campeonato mundial, celebrado en España, quedó segunda. Quizá por darle demasiada importancia.

Tanya es de una pequeña ciudad de Ucrania central y sus entrenamientos no son nada fáciles. Su familia está en Europa, pero después de pasar una temporada en Italia sin su entrenador se dio cuenta de que prefiere estar en su país donde, en sus palabras, "hasta las paredes le ayudan". En una llamada que se interrumpe todo el rato por los problemas de conexión, cuenta que su gimnasio es ahora un sitio donde mucha gente se refugia. Por eso, muchas veces le cuesta entrenar. Hay muchos ojos que siguen todos sus movimientos. La situación tampoco le permite mucho descanso, ya que las sirenas le pillan después del entrenamiento y está obligada a permanecer en el refugio una vez que ha terminado. Ahora, también dedica tiempo a recaudar el dinero para comprar un generador para que los niños de su ciudad sigan practicando boxeo.

Dmytro Pidruchnyi

Dmytro Pidruchnyi es un deportista de renombre ucraniano que compite en biatlón. Ganó una medalla de oro en el Campeonato Mundial de esta disciplina en 2019 y cuatro medallas en el Europeo de Biatlón entre los años 2015 y 2020. Los primeros tres meses de la guerra los pasó sin poder entrenar. Ni siquiera cuando tenía un par de horas libres, ya que estaba en la Guardia Nacional y no era capaz por la falta de sueño. No le gusta que le llamen héroe porque dice que había más gente que estaba en los puntos más calientes. Y cuando iba a empezar el conflicto, no dudó y tenía ya su papel asumido. Ahora, sigue en la Guardia Nacional, pero le han permitido entrenarse y participar en competiciones.

Psicológicamente, le resulta difícil. Cada miembro de su equipo tiene a su familia y amigos en ciudades bombardeadas o en el frente. "Cada ciudadano ucraniano sabe cómo se siente, vivimos en esa realidad", comenta Dmytro. Todo su equipo quiere que la bandera de Ucrania ondee lo máximo posible, para que el mundo entero no se olvide de su país. Otra de sus misiones es la diplomacia deportiva. "Hablamos con los periodistas, y casi no nos preguntan sobre deporte. Apenas un par de palabras. Contamos lo que está pasando en el país", añade Dmytro.

Su mujer, después de un mes fuera del país, volvió a Ucrania para entrenar a los biatlonistas jóvenes. Este deporte necesita apoyo, ya que la base en Chernigiv fue bombardeada. Mientras siguen los entrenamientos, intentan permanecer concentrados, pero cuando vuelven a casa, delante de las pantallas de sus teléfonos, vuelven los nervios y la ansiedad. Todavía recuerdan que en verano estaban entrenando y vieron el bombardeo en Vinnytsia donde murió mucha gente, incluidos niños. El resto del entreno lo pasaron en silencio: "Todo el equipo estaba en shock, no pudimos articular palabra".

Veronica Tykhonyuk, rodeada de sus compañeras en su lugar favorito: la pista de hockey
Veronica Tykhonyuk, rodeada de sus compañeras en su lugar favorito: la pista de hockey
Olha Kosova

Veronica Tykhonyuk

El día antes de que empezara la guerra había sido uno de los más felices de Verónica, una joven de 19 años de la ciudad de Mariúpol. Le prometieron que iba a firmar un contrato para un equipo profesional de hockey. Y no había sido un camino fácil hasta llegar a su meta. "Estuve trabajando en tres empleos distintos para comprar mi primera equipación de jugadora profesional", cuenta orgullosa. Y por fin su sueño se hizo realidad. Sin embargo, la guerra se interpuso en estos planes, acompañada por las explosiones y tiroteos. El mes de marzo, Verónica estaba luchando por su vida.

Pasó una semana en el sótano, intentando conseguir comida, y sufrió por la escasez del agua. Le salvó una anomalía en la primavera de Mariúpol: la lluvia. Entonces, pensó que Dios le había mandado el agua desde el cielo para que pudieran beber. Tuvo la suerte de poder salir de la ciudad, pero sin ninguna de sus pertenencias. Tras reunirse con su madre, encontraron refugio en Macedonia, donde sus conocidos les ayudaron con el alquiler de un piso en un país, eso sí, demasiado cálido en el que el hockey no está tan desarrollado.

Un día, jugadores de hockey leyeron su historia en medios internacionales y les impactó tanto que se ofrecieron a pagar su viaje a Suecia para poder entrenarse con un equipo. Un nuevo sueño: dos semanas en las que poder entrenarse dos veces al día. De momento, Verónica sigue en Macedonia, porque después de lo que pasó en Mariúpol no se atreve a dejarla y empezar su vida en otro país sola. Pero está buscando la oportunidad de salir con su familia para seguir entrenando. En su diario escribe que visualiza una pista de patinaje grande, con luces, su propio vestuario y el uniforme con su número.

Tanya Dovgal posa orgullosa tras uno de sus triunfos deportivos
Tanya Dovgal posa orgullosa tras uno de sus triunfos deportivos
Olha Kosova

No todas estas historias tienen un final feliz, y recuerdan el precio que el país está pagando en la guerra. Cuando empezó la invasión a gran escala, muchos atletas ucranianos tuvieron que cambiar sus raquetas y guantes por kalashnikovs y chalecos antibalas. Mientras toda Ucrania celebraba la toma de Jersón, en el combate moría Yevgen Kolesnichenko, el campeón de Ucrania de balonmano. Como padre de tres hijos, legalmente podía haber salido del país y no ir al ejército. Sin embargo, estuvo en los puntos más peligrosos luchando para volver a su pequeña patria en Donetsk, que su familia abandonó en 2014. Antes de la guerra tenía una vida normal, era maestro de balonmano y jugaba en el Shakhtar. Junto a su mujer, soñaba con comprar una casa sobre ruedas. Un mes antes de su muerte, su hija Anna escribió un ensayo para la escuela: "Quiero hablaros de un héroe moderno de Ucrania. Mi héroe me entiende y me apoya como nadie. Este héroe es mi padre". Su pérdida es una de las miles que suma cada día Ucrania.

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